sábado, 22 de junio de 2013

Mi otro yo - Cap. 3



-3-

La chica sí estaba en la cafetería, Marta había ido directa a hablar con ella. Ahora estaban las dos sentadas en una de las mesas, disfrutando de un ameno debate sobre la importancia de la música en el espectáculo de navidad, acompañado de unos refrescos y unos sándwiches mixtos. 

-          De eso nada, un rojo cereza nunca podría representar la fría nieve de un muñeco de nieve
-          ¿Cómo que no, Paula? – así se había presentado la misteriosa chica – Ya te lo he demostrado en el dibujo…
-          Eso no cuenta, no representaba la nieve, solo una sonrisa
-          ¿Y qué es acaso la sonrisa? ¿no forma parte del muñeco de nieve?
-          Es un punto de vista…
-          Venga, no estás convencida, eso no vale…
-          ¿Y qué quieres que haga?
-          Está bien, te lo demostraré
-          ¿Cómo?
-          Dame una semana – una sonrisa pícara se dibujó en su cara a la vista del reto – yo te demuestro que puedo transmitir frío con un color cálido y tú… ¿qué me das a cambio?
-          Estoy deseando ver cómo lo demuestras, pero… ¿por qué tengo que darte algo? Eres tú la que quiere tener razón
-          Bueno, los tratos suelen ser así; dar algo por otra cosa
-          Está bien, chica rica, lo haremos a tu manera – La confianza que Paula había adquirido en el poco tiempo que se conocían, hacía que Marta sonriera con mucha facilidad, cosa que hacía mucha gracia a Paula, que respondía a cada sonrisa con una sonora carcajada.
-          Bueno, cara-niña – ambas hicieron una mueca de burla por los motes que habían usado - ¿qué piensas darme?
-          Mmm… Ya lo verás

Se levantó de la silla y se fue dejando a Marta con la respuesta en la boca. En vista de que Paula no pensaba volver, la pequeña heredera recogió su mochila y decidió pasar por la sala de artes a ver si habían llevado ya su boceto.

La sonrisa que había presidido su rostro durante la conversación, pronto se cuarteó al sentir el escupitajo que uno de sus compañeros de clase había lanzado sobre ella al pasar a su lado. Aquella saliva representaba el odio y desprecio que la gente tenía siempre a Marta. Quiso llorar, el afecto que Ferreimda y Paula le habían trasmitido, le había hecho creer que contaba con el apoyo de la gente. Aquel gesto de desprecio le había devuelto a la realidad, a ojos de sus compañeros, seguía siendo la misma pija, consentida que conseguía las cosas a golpe de talonario.

Marta corrió a casa en busca que algo de consuelo, no soportaba esos actos estúpidos de bulling hacia la gente adinerada. Se metió en su cama lanzándose de cabeza desde la puerta, escondió la cara en la almohada y comenzó a llorar. Leonor intentó entrar a consolarla en repetidas ocasiones, pero Marta se negó a abrir la puerta. Todo su mundo se había venido abajo, sus ilusiones habían desaparecido y no tenía ganas de vivir… Dejó que las lágrimas inundaran su tristeza hasta que se quedó dormida.


Esa cama se convirtió en su guarida; no salía de allí, no iba a clases, no comía y, gracias a Dios, tenía un cuarto de baño propio en su habitación. Durante ese tiempo extra, barajó todas las posibilidades del mundo para superar la decepción que había sufrido; pensó en denunciar al chico, en devolvérsela, en pagar alguien para que fuera su amigo y no sentirse sola, en contratar un guardaespaldas… Pero no encontró nada que ella pudiera hacer para recuperar algo del orgullo y la seguridad que solía tener.

No hay nada que Marta Vovarní pueda hacer… nada que Marta pueda hacer… nada que ELLA pueda hacer. ¡Eso es! La solución a mis problemas está en dejar de ser Marta Vovarní, única heredera de la fortuna Vovarní

Marta se levantó de la cama de un salto en cuanto ese pensamiento cruzó su mente,  dejar de ser Marta… Eso significaba mucho, significaba dejar atrás todas las burlas, las especulaciones por el auténtico autor de las obras que exponía… suponía el paso para la felicidad, dejar de ser Marta, era lo que Marta siempre había deseado, aunque no se hubiera atrevido a ponerle palabras hasta ese momento, siempre había querido huir y poder empezar de cero en el colegio y, tal vez, hacer algún amigo para variar.

Abrió su portátil e investigó por internet cómo podría conseguir otra identidad. No tenía muy claro qué quería hacer; Marta Vovarní era un título, pero también una persona que no podía desaparecer así sin más. 

¿Qué iba a hacer con eso? Si era otra persona, ¿qué iba a pasar con Marta? Alguien la echaría de menos ¿no? – Demasiadas preguntas se acumulaban en su cabeza

En ese momento pensó en Paula, ella sí había creído en Marta, era lo más cercano a una amiga que nunca había tenido y, ahora que se acordaba, le había prometido una demostración de colores. Se puso histérica, ¿cómo podía haberlo olvidado? Cogió rápidamente el teléfono para darle una explicación, ya que había desaparecido durante casi dos semanas. Marcó el número y esperó  una respuesta. Por su mente pasó la posibilidad de que Paula no quisiera contestar porque estuviera enfadada, también que no hubiese guardado el número y no supiera quién llamaba. Finalmente, y para sorpresa de Marta, alguien contestó al otro lado de la línea.

-          Hola, ¿quién llama? Paula al aparato.

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