Recogí mi viejo bolígrafo del suelo
tras haberlo tirado la rabia,
intenté recuperar la cordura
pero no fue tan sencillo escribir de nuevo.
Mi mundo ya no era el mismo de antes
la madurez llamaba a mi puerta
pero no podía más que negarme
¿qué sería de mí sin la imaginación de la inocencia?
¿Cómo podía nadie pedirme aquello?
No podía perder la infantil ensoñación
ni mucho menos su recuerdo.
Me aferré al deshilachado peluche
que un día fue mi fiel compañero
y al fin escribí, de esta historia, el penúltimo verso.
Por las historias que rondan tu mente. Por las ganas de cambiar el mundo. Por las rimas. Por la música. Por el arte... El primer puercoespín enamorado de las letras comparte sus cuadernos de poesía. Cuidado, puede ser muy dulce o utilizar sus púas.
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